La educación emocional está cogiendo un peso muy importante en diferentes contextos, pero en los centros educativos se está convirtiendo en un eje fundamental sobre el que trabajar. Cada vez se conoce más la importancia y el impacto que las emociones tienen en el desarrollo integral de las personas, así como en el aprendizaje. Durante la infancia y la adolescencia el centro escolar se convierte en uno de los contextos claves de aprendizaje y desarrollo de menores. En ellos las emociones tienen un papel fundamental porque aparecen en muchas actuaciones y momentos, ya sea en las relaciones sociales, la conexión con el profesorado, el bienestar en el aula, la resolución de conflictos y en el propio aprendizaje. No podemos perder de vista el bienestar emocional de la infancia y adolescencia, pero tampoco el de docentes de las diferentes etapas educativas. Por ello, contar con recursos de autocuidado, contenidos, estrategias y herramientas para llevar a las aulas favorecerá el estado emocional de todas las personas que se encuentran en ellas, pero también permitirá detectar necesidades para dar solución y derivar a los recursos necesarios. Trabajar la educación emocional en el ámbito educativo no debe ser algo aislado y puntual en momentos asignados a ello. Debe ser transversal, trabajando y acompañando emocionalmente en diferente momentos y situaciones, independientemente de asignaturas, según las necesidades y demandas surgidas en el centro. Prevenir dificultades emocionales, acompañar e intervenir en situaciones diversas requiere de información y contenidos adquiridos sobre las emociones, su desarrollo cerebral e influencia en conductas. Pero, también, es clave adquirir recursos, herramientas y estrategias que ayuden en esa detección e intervención, adaptando las actuaciones llevadas a cabo las necesidades de menores y docentes.